jueves, 13 de marzo de 2008

El niño y el espejo

Cuentan que una vez, un niño se adentró en un bosque y en su camino se encontró por casualidad y para su sorpresa, erguido y sin borde alguno entre la espesura de los arboles un espejo y se quedó asombrado ante tal acontecimiento y ante todo lo que se reflejaba.
Sorprendido, se acercó cada vez más hasta que sólo podía centrar sus ojos en su propio reflejo. Le gustaba tanto, disfrutaba viendo como aquello reproducía lo que él era, cada movimiento, cada sonrisa, cada mueca, cada mirada. Le gustaba sentir tan cerca algo que se parecía a él. Él y su reflejo se parecía tanto y a la vez albergaban tantas diferencias.
En ese tiempo transcurrido el mundo podría haberse desvanecido sin que esto hubieras supuesto un problema.
El joven en su afán de explorar todo ese acontecer de su reflejo y él, se aproximó más al espejo hasta apoyarse en los bordes del objeto y sin poner obstáculo a la gravedad el filo de éste le marcó con una herida las manos.
Fue con esto que el chico despertó de su trance y se dio cuenta que así como algo puede hacerte feliz o gustarte te puede herir de muchas formas en un instante.

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